FIESTA DE MAYO
Había caminado durante días, era necesario abastecerme con agua y alimentos y descansar un poco. Así que cuando avisté un pueblo cerca de las montañas me sentí aliviada. Cerca de la carretera principal donde pasaba el tren se reunían los comerciantes de paso. Ninguno iba para aquel pueblo. -¿Pretende ir hasta allá señorita? -Sí. Necesito descansar… Dormir a la intemperie es cansado – le respondí pagándole. -No vaya a ese pueblo - me dijo mientras me dio las papás – Esta maldito. -Se ve tan lindo desde aquí – le dije. La gente, especialmente los comerciantes, son buenos hablando, y lo que dicen, no siempre es cierto, así que no me dejaría amedrentar por eso. Mi cuerpo y mi alma necesitaban hacer una parada, y aquel pueblo, maldito o no, parecía perfecto a mis pies cansados de caminar. Me tomó poco más de doce horas llegar hasta lo que parecía la entrada. Y digo parecer, porque todo estaba tan muerto, tan apagado. Los niños no jugaban en las calles, en las casas